jueves, enero 05, 2006

Funi-funi-funicular

Así cantaba la Prisci el martes (al empezar a escribir esto era 5 de enero), cuando junto a otra amiga, Maca, nos dirigimos a la aventura más osada de los últimos cerros: llegar a la cima del cerro San Cristóbal.

Jajaja. Sé que algunos encontraran que exagero, pero consideren que este año fue mucho estudio y poca actividad al aire libre. Y nuestra caminata es algo que no muchos pueden decir que lograron llegando enteros ida y vuelta. Y sin trampa (llámese bicicleta, o auto hasta la mitad del camino).

Hacía mucho calor. Unos 30 grados (después supimos que la temperatura alcanzó los 32). Desde las 14:30, soportando el calor, caminando por Providencia, luego el borde del cerro. A las 15:00 aproximadamente empezamos el ascenso.

Emoción...Más bien desorientación. Ese mapa que tienen ahí, no es muy exacto. Y ahí todo parece taaaan chiquitito. Parecía que ibamos ahí no más. (Ya se que los mapas son así, pero este no parecía a escala).

No sé como un paseo tan recreativo terminó en una aventura. (Bueno yo no salgo mucho). Ibamos al jardín japonés, a ser contemplativas, ver Santiago (ese día no había smog). Nos tomamos fotos y nos sentamos por ahí. Luego vimos un tipo sospechoso que se acercó y nos miraba con cara de loco. Nos cambiamos de lugar. Nos siguió para ver dondé nos sentabamos.
Pero no subió (estabamos en una elevación del cerro). Nos asustamos mucho. Nos podía esperar afuera.

Escondimos todo lo de valor, dinero, cámara, celulares. Y finalmente decidimos salir. Dijimos los sucedido al guardia, y seguimos subiendo el cerro, piedra en mano. Sí, piedras. Quedamos un poquitín paranoicas. Todo el camino pensabamos en eso y los 101 modos de atacar a un sospechoso (sí, porque el pobre no alcanzaría a atacar cuando le lanzaramos toda nuestra artillería, hasta se sugirió atacarlo de modos desagradables ej : vomitándole (no explicaré eso), y eso no fue lo peor que salió como idea. Jajajaja.

La subida duró alrededor de 3 horas. Llegamos arriba con esfuerzo, y nos tardamos porque disfrutamos cada lugar. Especialmente un claro donde estaba un regador automático, que daba la ilusión de lluvia. Era como el paisaje de un cuento. Ahí caminamos bajo el agua. Más fotos.
Y finalmente la subida concluyó al llegar arriba, ver los zapatos de payaso que tenía la virgen (ver foto) y tomar mote con huesillo, que fue exquisito.

En bajar no tardamos mucho y nos mofamos de los que sólo subian desde la mitad del camino, y de los que iban en bicicleta, eramos las únicas a pie que recorrían el tramo completo.

Al llegar abajo, no lo podíamos creer. Y el dolor de piernas al otro día, tampoco.

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