domingo, septiembre 26, 2010

Tiempo de cambiar

Ha llegado el momento. Luego de 193 entradas desde el 2005. No escribí tan seguido pero me asombra. Tal vez debería llegar a las 200, pero es inevitable cambiar. Tal vez publique un par de cosas más hasta llegar a ese número, pero no tendría mucho sentido.

Sólo sé que luego de dejar mi último empleo, me di cuenta lo mucho que han cambiado las cosas desde que empecé a escribir aquí. Antes  de esto escribía un diario y ahora, es el momento de que este blog quede en el recuerdo, como ese diario al que siempre le arranco páginas cuando me doy cuenta de lo ridícula que una puede ser. Gracias a Dios, una crece.

Este blog marca una etapa especial de mi vida, la época en que me encontré con la traducción, redecoré mi pieza,hice muchas cosas que en ese entonces también fueron un cambio. Fue una época de gente nueva, de la librería Libre, de mascotas, de sentir cosas que no sentía antes, algo que me faltaba de la adolescencia, luego perder muchas de esas cosas de un modo u otro, para por fin luego, hace unas semanas, comenzar a trabajar en traducción, lo que venía

Pero esto no significa que deje de escribir un blog, es más tengo el otro listo para empezar a escribir. Trataré de escribir más seguido, siempre quiero hacerlo. Mi mamá dice ahora que no entiende cómo después de escribir todo el días llego a hacer lo mismo. Yo no me entiendo mucho tampoco.

Lo que espero es que este nuevo blog sea  más leído, no es indispensable pero necesito compartir mis ideas, en especial ahora que he escrito más cosas de otros y no tengo muchos momentos para compartir los que me viene a la mente, menos en el momento en que sucede.

Ahora es el momento de  sacar nuevas ideas, revisar las antiguas, eliminar otras, pero para eso necesito resetear.

Los espero en mi nuevo espacio.

That's Life- Frank Sinatra...muy apropiado.

sábado, septiembre 18, 2010

Adiós (parte 2 y final)

Ese jueves llegué a trabajar a duras penas. Había pedido permiso para la entrevista del día anterior y por consiguiente me comprometí a  terminar todo lo pendiente, en caso de que triunfara en la entrevista.

Me sentía muy mal físicamente, así que no tenía mucho espacio para preocuparme. Llegué atrasada y tuve que tomar un taxi, no tenía fuerzas para caminar ni medio paso.

Al llegar descubrí que mis amigas pensaban que no vendría porque había quedado. Esto me emocionó, darme cuenta a qué niveles llegaba su fe en mí, alguien que habían conocido sólo durante 4 meses.

Les conté lo sucedido, cómo había hablado demasiado sobre mi trabajo como administrativo contable y cuánto había tardado en volver a mi casa, luego de enfrentar el frío. Y que me iban a avisar el lunes o el martes.

Estaba trabajando cuando de repente sonó mi celular. La pantalla mostraba un número desconocido. En ese instante lo supe, y contestar sólo confirmó: me habían elegido.

De pronto me invadieron muchos sentimientos, alegría, miedo y un poco de tristeza. Me puse de pie para ir al baño y me encontré con mis amigas, con la tres. Les conté la noticia y se alegraron mucho. Me dijeron que ellas sabían que el trabajo era mío.

El resto del día siguió bastante normal. Comunicar a mi jefa que me iba al día siguiente terminar el trabajo. Pero creo que en parte el resfrío hacía que no reaccionara. Sólo al otro día, luego de iniciar la mañana con una taza de Tapsin caliente, que mepcé a reaccionar y ver lo que sucedía.

Mi trabajo en la empresa terminó bien, no podía estar más conforme, recibí palabras positivas por parte de mis jefas, diciendome que lo había hecho bien, pero principalmente lo que me llegó al alma fueron las últimas horas con mis compañeras y amigas. Compartir un pedazo de empanada mientras se organizaban las alianzas para la celebración del 17 de septiembre, almorzar en el casino por última vez…todas esas cosas me hicieron descubrir que a pesar de mis ganas de trabajar como traductora y ganar más, iba a extrañar muchísimo DICOTEX. Dejaba lo malo, pero también lo bueno.

A las 17 hrs, ya había terminado hace mucho mis deberes y me encontraba archivando, cuando Helvecia y Lore vinieron a despedirse de mí, a desearme lo mejor.  Y debía quedarme hasta las 18 hrs, porque quería recuperar la hora que pedí de permiso. Así, cadavez me fui quedando más sola.Bajé a despedirme de Dalila, porque sabía que no la vería al salir. Poco a poco la oficina fue quedando vacía. Seguí archivando. A las 18 hrs, debía dejar la oficina. Archive una última factura, la n°205 de julio. Me despedí de los pocos que quedaban, pero como siempre. En silencio, marqué mi tajeta al salir, por última vez.

Aquí llego al punto en que empecé esta narración. Cerré la puerta tras de mí, y el mundo se veía ante mí como una hoja en blanco. Esperaba poder llenarla con matices tan hermosos como los del capítulo anterior. Nunca olvidaré ese día, camino a la casa, observando todo el camino,la bóveda del cielo sobre mí, con ojos vidriosos por las lágrimas, archivando cada momento en mi mente, respirando colores, segundos, recuerdos, sensaciones.  Era como caminar por una obra terminada.

sábado, septiembre 11, 2010

Adiós (parte 1, parte 2, más ratito)

La vida pasa muy rápido y de ese mismo modo varía. Como diría la mamá de Forest Gump: nunca sabes lo que te va a tocar. Por eso el dejar mi trabajo tan repentinamente hizo que se reunieran en mí muchas emociones simultáneas. Tras marcar mi tarjeta, la n° 27, el viernes pasado, y atreverme a cruzar la puerta, estaba dejando atrás una parte de mi vida. Innevitablemente se me cayeron varias lágrimas.

El miércoles de la semana pasada pedí permiso para ir a una entrevista para un trabajo en una agencia de traducción, algo que había esperado durante mucho tiempo. Pedí permiso, avisando a lo que iba. Partí, un cuarto para las cuatro, esperanzada y acompañada por el apoyo de varios amigos, en especial por el de mis amigas de la oficina que iba a dejar.  A pesar de conocerlas tan poco tiempo, siempre tuvieron fe en mí y en mis capacidades, aunque no supieran como fuera para traducir.

Apenas salí de la oficina, camino al metro empezaron a caer gotas de lluvia, que se instensificaron en el camino. Me puse la bufanda en la cabeza y aceleré el paso. En mi mente empezó a sonar “Don’t Rain on my Parade”. Definitivamente mi vida tiene un soundtrack asociado. Llegué a tiempo a la entrevista, en una oficina junto al Cerro Santa Lucía. Ya había ido antes dos veces, una vez para rendir la prueba, que pasé con éxito y que me permitió seguir en esta etapa, y años atrás, cuando infructuosamente rendí la misma prueba, recién egresada de la carrera de Traducción.

Iba ultra nerviosa pero luego de una entrevista que me recordó a una película de cine noir, sentí que igual no había estado todo tan mal, sólo lamentaba haber hablado mucho de mi trabajo como administrativo contable. Creo que en ese instante me di cuenta lo mucho que me gustaba mi trabajo, a pesar de tener que hacer a veces cosas que no me correspondían y que no me pagaran tanto. El trabajo era interesante y tenía mis amigas. El paisaje de ida y vuelta me acompañaba en mis meditaciones diarias y podía escuchar música en la oficina. Lo que no me gustaba era que necesitaba un mejor sueldo y hacer lo que estudié. Además no tenía el trabajo asegurado.

Terminada la entrevista, que fue corta en comparación a la anterior (eso me preocupaba) partí al metro, sólo para descubrir que me faltaban 80 pesos para el pasaje. Tuve que esperar la micro, la 403, por más de media hora. La lluvia mínima había dado paso al frío y tenía que pararme detrás de la gente para que no llegara el viento.

Al otro día, amanecí enferma. Con esfuerzo me levanté. Tomé un taxi para ir a trabajar, me sentía pésimo. Esperaba que tanto sacrificio valiera la pena, recién sabría el lunes o martes que pasaría y tenía que terminar mi trabajo en Dicotex, no iba a dejar las cosas incompletas.

Continuará…